La cocina de la abuela

Hoy quiero hacer un homenaje a la cocina del siglo XX, concretamente a la cocina de mi abuela Victoria, donde tan buenos ratos he pasado.

Era una típica cocina de pueblo. No era  grande pero no le faltaba absolutamente de nada, más bien diría que le sobraban unos cuantos  cacharros.

Lo mejor sin duda era la chimenea. Una chimenea que en verano servía de almacén y en invierno, con las brasas de la noche se encendía el fuego de la mañana.

Recuerdo perfectamente el olor a leña y piñas. Inconfundibles. En frente de la chimenea había una silla bajita, de madera y eskay granate que mi abuela llamaba la calzadora porque servía justamente para eso. ¡Qué silla! Cómo resistía el calor.

Allí me sentaba  yo a echar troncos mientras mi abuela me regañaba porque entre el calor de los fogones y las llamas del hogar decía que se iba a consumir.

Los armarios eran de madera y ni uno sólo cerraba bien. Con las puertas entornadas pasaron los años y los colores. Por lo menos tenían unas cinco o seis capas de pintura que entre el calor y el tiempo se iba desconchando hasta que mi tío cogía la el papel de lija y la brocha.

Pasaron por blancos, beige, verdes y azules. Eran armarios grandes y espaciosos donde se guardaban las grandes ollas de color rojizo. El armario de debajo del fregadero no tenía puertas. El contenido lo tapaba un visillo que mi abuela cosía a medida y que cada dos años cambiaba el estampado en función del color de los armarios.

El fregadero era alargado, enorme y de piedra blanca. Sólo tenía un deposito donde mi abuela con un par de barreños se las ingeniaba para lavar toda la loza.

La cocina, igual que los armarios, pasaron por diferentes colores y solo un trozo de pared, la del fregadero, tenía azulejo 15×15 verde en su origen y blanco en su última época, antes de la reforma general.

En algún momento hubo una cocina de leña pero yo no llegué a conocerla. En sustitución estaba la cocina de gas que con sus cuatro fuegos no se le daba tregua en todo el día..

No faltaba complemento alguno en aquella cocina que hoy haría las delicias de coleccionistas y amantes de lo vintage: su alacena, las damajuanas, la lechera de metal, la panera metálica colgada en la pared, las talegas para buscar el pan (palabra en desuso), vasijas de barro, los cucharones de porcelanas la ristra de ajos y el laurel.

Y no faltaba en la cocina lo más importante de la cocina y de la casa, diría yo. La radio. Era la auténtica protagonista. Mi abuela la encendía por la mañana cuando ponía la leche a hervir y no la apagaba hasta que habíamos cenado todos.

De aquel transistor salieron cientos de canciones que servían para felicitar santos y cumpleaños de radioyentes como yo… En el corazón y de corazón con los corazones felicitación, felicitación felicitaciones…

cocina

4 comentarios

Gracias por tus comentarios